miércoles, 5 de marzo de 2014

LA MUJER PERFECTA



Dentro de los tópicos más típicos extendidos en la sociedad el que parece más asentado, asumido y normalizado es el de que la mujer tiene la capacidad (biológica o no) de hacer varias cosas a la vez.
Se dice que es una de las características más visibles que le diferencian  del hombre. Mientras que él solo puede atender a una actividad cada vez, ella consigue ser multitarea con cada objetivo que se propone, superando todo lo que se le ponga por delante.
El mundo que de manera tradicional ha rodeado a la mujer ha asumido con tanta naturalidad estas capacidades que se le han atribuido, que cuando alguna de nosotras no las cumple parece convertirse en una paria, alejada de la realidad, apartada y muchas veces hasta repudiada por su entorno.

La mujer ha tenido que aprender a ser hija, hermana, amiga, madre, esposa, abuela, ama de casa y profesional fuera de ella. Pero además, se le ha exigido ser paciente, amable, cariñosa, educadora, organizada, economista y directora del hogar, todo a la misma vez que hacía el papel de psicóloga, enfermera, cocinera, costurera, jardinera y secretaria.

Estos múltiples empleos, ninguno de ellos fáciles, los ha tenido siempre que combinar, entrelazar y mezclar, atendiendo a todos por igual, y consiguiendo dar en todos el 100%  de su esfuerzo, olvidando en muchas ocasiones las responsabilidades que tiene consigo misma y su propio bienestar.

Pero la mujer perfecta, esa que llevan siglos intentando representar en cada una de nosotras, no es real, no es más que el sueño de aquellos ajenos a la realidad, a la igualdad y a la necesidad de dotas a las mujeres, a nuestras madres, hermanas, vecinas o jefas del respeto que merecen.
Seamos claros por una vez, la mujer perfecta no existe. O mejor dicho, existe en cada mujer por sí misma, con sus gustos, preferencias, nivel de actividad y capacidades.
Existe una mujer perfecta por cada mujer en el mundo; una mujer perfecta en cada madre que sale tarde de trabajar, en cada una de las que unen familia y carrera profesional y triunfan en ambos, en cada joven que decide no tener hijos, en cada mujer que se alterna con el resto de hermanos para cuidar a sus padres, y en todas y cada una de las mujeres que día a día luchan por sus derechos, nuestros derechos.

Reivindiquemos juntos, hombres y mujeres, el derecho a la decisión, a la perfección individual, en definitiva, a la libertad.
Laura Paredes
Periodista


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