martes, 4 de marzo de 2014

VINDICAR ES DE SABIAS




Una de las sutilezas más curiosas del lenguaje es la diferencia entre las palabras "vindicar" y "reivindicar". Ni siquiera el diccionario nos permite recuperar algo que nunca se tuvo y, como nunca se tuvo, nunca se pudo perder. Por tanto y he aquí el matiz, se vindica lo que aún no se ha conseguido. Sin embargo, en estos momentos atravesamos un periodo histórico en el que nos pasa todo lo contrario. Tenemos que reivindicar las conquistas sociales que ya se habían alcanzado tras décadas de lucha en las calles y que ahora nos acaban de arrebatar "en dos tardes".

Al otro lado de la frontera entre lo que es y lo que aún no es, que marcaba antes el diccionario, se encuentra la historia de la mujer. En la conquista de sus derechos, la constante ha sido la vindicación. Cuando se escribieron las reglas de juego del patriarcado, ellas empezaron la partida sin fichas para poder jugarla. Las mujeres fueron menos que cero, sin libertad, sin independencia del varón, sin voz ni voto, incluso, ¡tuvieron que vindicar su propia alma para poder ir al cielo!

Después de ir ganando palmo a palmo la igualdad de género, la historia les deparaba otra prueba de esfuerzo a las mujeres, una penúltima reivindicación. Y es que hemos obligado a la mujer a que tenga que luchar por la libertad de decidir sobre su propio cuerpo. Como dueña y señora de su ser, ahora tiene que reclamar la propiedad de todo cuanto contiene, incluido el útero. Antes la mujer no podía negarse a satisfacer los caprichos del hombre, ahora a quien no puede decirle que no es al Estado cuando le obliga a tener descendencia aunque ella, por las circunstancias que sean, no quiera, no pueda o simplemente no le salga del coño.

Primero tuvieron que conseguir sus almas y ahora tienen que recuperar sus úteros, porque estos, es científicamente indiscutible que siempre fueron suyos. Pero, por si fuera poco este indecente tráfico de órganos reproductores, la mujer tiene, en lo laboral, una vindicación más pendiente. Otro insulto más a la inteligencia como es la brecha salarial entre un hombre y una mujer, una  frontera de concertinas invisibles que impide a las mujeres situarse en el mismo espacio de igualdad y oportunidades que ocupan los hombres.


¿Cuándo podrán dejar de vindicar las mujeres? Las necesitamos, necesitamos su fuerza para seguir luchando en esta partida contra la injusticia social. Sin ellas, no podemos construir un mundo justo.

José Pallás
Periodista

No hay comentarios:

Publicar un comentario